Como un viejo guerrero, tirando
un manojo de luz a la cara
de los sombríos, ha muerto
una chica de veinte años; pudo
ser mi hija. Avilantez
sobrevolaban su vuelo, amarraron
su aire; no es la muchacha
colgada del frágil designio.
Aquí habrá batalla como en los campos
de Córdoba, rayo de dolor, escalofrío
donde murió valientemente una chica
de veinte años: hijita mía,
palomita tremenda, duérmase
mi niña, duérmase mi son que ya nadie
la va a molestar. El Cuco será derrotado
y sus hermanitos y padres cuidarán
de su jardín, regirán los reflejos de su pasado.
Que haya paz en su memoria
por la que vive. Que haya eterna
gratitud por su generosidad eterna.
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Francisco Urondo: Poemas póstumos. Todos los poemas, 1972
Obra poética, Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2006
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